"El inmigrante tiene muchos amigos y puede ganarse enemigos"

El inmigrante tiene muchos amigos y puede ganarse enemigos; por Tomás Castellano (@ViejoCaste)

Un adagio venezolano dice que «Nadie sabe cuántas presas hay en la olla sino quien tiene la cuchara en la mano». De allí que solo el inmigrante (y en cada caso particular) es quien sabe cómo está llevando su proceso migratorio, cuáles son sus sentimientos respecto al nuevo lugar y su gente, así como sus relaciones con su país de origen y la gente que allí queda.

El inmigrante tiene muchos amigos y puede ganarse enemigos

El ser humano es gregario por naturaleza, de allí que vivir en sociedad y cultivar amistades sea algo cotidiano; desde niños buscamos relacionarnos con otros niños, buscamos afinidades personales para formar grupos de juego, de estudios, de conversaciones, de trabajo, de inversiones y de muchos otros intereses coincidentes.

Estos grupos son dinámicos, crecen y se reducen según van cambiando los intereses de quienes los conforman; asimismo los grupos van generando sistemas y códigos de comunicaciones y de relacionamientos, de tal manera que hasta los conflictos dentro del grupo y entre sus miembros se van resolviendo de forma tal que se fortalecen los lazos entre ellos, si no es así terminan disolviéndose esos grupos o al menos dividiéndose.

Cuando emigramos, se nos abren las posibilidades de conformar nuevos grupos y de agregarnos a los ya existentes, bien sea en el vecindario, en los centros de estudio o en los centros de trabajo; siempre buscando hacer más eficiente nuestra adaptación al nuevo país, a la nueva cultura y los nuevos sistemas de relacionamiento.

También nos toca generar nuevas formas de relacionarnos con quienes quedan en nuestro país de origen, quienes se nos hacen cada vez más ajenos, con quienes comenzamos a diferir en intereses, incluyendo en esto a nuestros familiares. No es solo la distancia que nos separa, es también el nuevo enfoque y el proceso de convertirse en inmigrante.

Esto es más notable o más acentuado en el caso de los inmigrantes de origen venezolano, porque los cambios en Venezuela son demasiado rápidos, profundos y poco amigables, de tal suerte que a menudo son difíciles de procesar y comprender para quien se queda en Venezuela y mucho más para quien se fue.

Esto crea enormes brechas que generan conflictos y producen enemistades entre los que se fueron y los que se quedan, convirtiéndose en un lastre muy difícil de cargar para el inmigrante, quien acaba por desconectarse de los dejados atrás, arrastrando con ello las relaciones con los amigos y familiares en Venezuela a una especie de congelamiento, hasta el olvido.

¿Verdad que a veces te provoca, cerrar tu cuenta en Facebook o en otras redes sociales y abrir uno nuevo donde solo aceptes nuevos amigos del país receptor y una selección de familiares? Eso no es una mala idea, pero corres el riesgo de perder importantes relaciones y valiosas amistades, si no lo haces en forma inteligente y no retaliativa, hay que hacerlo con la cabeza y no con las vísceras.

Hay resentimientos en el entorno del inmigrante con los cuales tiene que lidiar: el nacional suspicaz, el xenófobo, el poco preparado con miedo de competir profesionalmente, las limitaciones legales que rayan en la discriminación, la discriminación misma y de paso los resentidos que quedan en Venezuela (Ojo no todos los que quedan en el país, solo los resentidos) quienes por temor, por envidia, o por reflejar en el emigrante su propio anhelo frustrado de emigrar, se comportan hostilmente.

Hemos visto muchos escritos en las redes sociales en los cuales se ataca a los emigrantes cuando hacen algún comentario en torno a la realidad venezolana, pretendiendo con esto cercenar su derecho a opinar sobre lo que pasa en Venezuela y tratando de mostrarse como paladines de una inexistente lucha contra la dictadura, por el solo hecho de que creen que calarse estoicamente las vicisitudes que el narco-régimen impone a los habitantes es una forma de resistir… ¡Calársela no es resistir, es aguantar la pela!.

Es verdad que dentro de Venezuela son muy limitadas y altamente peligrosas cualquiera de las formas de lucha contra la narcodictadura comunista, lo que puede hacer que el emigrante haga un comentario destemplado, fuera de lugar y sin conocimiento de causa, como llamados a salir a la calle a protestar sin valorar que la protesta dejó de ser una bailoterapia tolerada a ser masacres genocidas ejecutadas por civiles y militares en un ambiente de impunidad, persecución y hegemonía comunicacional con un férreo control social. Si emigraste antes de 2014 esto es algo que se te puede hacer complicado de aceptar o comprender, así hubieras visto imágenes en los medios internacionales; nadie quiere que lo maten o lo dejen «patuleco».

Así que ten cuidado con tus mensajes al respecto, porque te puedes granjear muchos enemigos, aún entre tus familiares y perder algunos amigos. La situación en Venezuela es altamente compleja y de mucho impacto emocional… la tuya como inmigrante también, pero en forma diferente.

El asunto es que tú como inmigrante no puedes vivir mirando por el espejo retrovisor, tu foco debe estar en la construcción de tu nueva realidad (el uso redundante de «tu» es deliberado): Aprender el idioma (así sea el mismo español), aprender el nuevo acento (así los incomprensivos venezolanos te critiquen por ello), establecerte en una forma lícita de producción de dinero para vivir, mejorar progresivamente y en construir un entorno agradable, positivo para ti.

Probablemente también quieras ayudar a tus familiares y amigos a sobrellevar la economía y la escasez en Venezuela o hasta a emigrar a quienes desean hacerlo, eso es perfectamente válido. Lo que no debes hacer es vivir con un pie en el nuevo país y otro en la extinta Venezuela (sí, extinta, lo que hoy existe es un ex-país, tomado por bandas delictivas y la constante desnaturalización del ciudadano para convertirlo en sobreviviente o borrego menesteroso).

Si tienes muchos conflictos con los familiares y amigos que quedan en Venezuela por estos temas, mejor te sería cambiar el abordaje de los mismos, antes de terminar peleado con ellos o mandándoles largos al carajo, lo cual no ayuda a alcanzar la paz que necesitas para enfocarte en el proceso migratorio. (¿O tal vez sí?). Lo que menos necesitas en estos momentos es un conflicto emocional, sino más bien un apoyo sinérgico.

Si te gusta ser un activista, tienes un mundo de oportunidades para hacerlo desde el exterior y ayudar a crear masa crítica para el cambio, también puedes moverte en la real ayuda humanitaria para ayudar a los dejados atrás a sobrellevar el proceso de destrucción de la vida que ocurre en Venezuela. Pero no olvides construir nuevos espacios para ti y tu familia en el exterior; porque si piensas regresar al país, siento decirlo, no existe ya ese país.

El camino te llama, no lo puedes caminar solo, porque eres un ser social y gregario, construye nuevas amistades y deshazte de los ya no amigos.

Por: Tomás Antonio Castellano / @ViejoCaste en Twitter e Instagram

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