Testimonio: Emigré y hablaré de Venezuela cada vez que me dé la gana

Testimonio: Yo emigré y hablaré de Venezuela cada vez que me dé la gana ¿entendido?

Yo no sé qué les pasa a algunos de mis paisanos, que piensan que porque estoy fuera de Venezuela no puedo hablar, opinar o criticar sobre la situación de mi país. O sea, ¿será que ellos creen que cuando te montas en el avión dejas de preocuparte por lo que sucede allá, o que piensan que al irte se borra tu historia, tu partida de nacimiento y hasta la cédula de identidad?

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Mientras yo viva seré venezolana, mientras siga siendo yo me gustará desayunar arepa, me erizará la piel escuchar el alma llanera, suspiraré al pensar en el puente sobre el lago y sentiré el agua cristalina de Los Roques en cada fibra de mi piel; por lo que no importa en qué parte del mundo me encuentre, mientras respire, diré lo que quiera sobre Venezuela y opinaré lo que me apetezca cada vez que me dé la gana.

Yo nací en Venezuela, me crié en Venezuela, y voté por Salas Römer en el 98, por Arias Cárdenas en el 2000, por Manuel Rosales en el 2006, y por supuesto hice lo propio por Capriles en el 2012 y 2013. Soy venezolana, opositora de pura cepa, de las que, porque un día haya decidido que no puedo seguir viviendo en Venezuela y haya tomado el pasaporte español que tengo (gracias a que mi padre decidió irse de Galicia a Venezuela en 1952 y ahora me haya convertido una inmigrante venezolana en Madrid); cree que nadie tiene derecho de mandarme a callar cuando opino sobre Venezuela.

Señores “valientes defensores de la patria” que no han emigrado por el motivo que sea, ustedes no son ni más valientes, ni más venezolanos que yo ni que cualquier otro de los que hemos emigrado; nadie es más valiente ni más cobarde que nadie, o ¿acaso ustedes piensan que venirse a un país desconocido a empezar de cero es muy sabroso?, no me jodan. No importa si tengo o no nacionalidad, esto es sumamente difícil.

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Sí, claro que hay comida, seguridad personal y social, pero este no es mi país, no es mi gente, no es mi clima y no forma parte de mi historia ni de mis recuerdos, así que no me vengan con la pendejada de que los que emigramos somos cobardes, porque la valentía que se necesita para montarse en ese avión que te separará de tu tierra es inmensa.

Quizás se cambian unos problemas por otros”, pero yo elegí hacerlo y no me arrepiento. Eso sí, jamás dejaré de leer Twitter todas las noches antes de dormir e indignarme con las estupideces que hacen los de la MUD ni con las ratadas que hacen los del PSUV y comenzaré a criticar a unos y a otras cuantas veces me dé la gana y seguiré bloqueando a todos los resentidos que me insulten o me manden a callar; porque si algo he aprendido mientras he estado viviendo como inmigrante venezolana en Madrid es el verdadero valor de la libertad de expresión, y he aprendido que la vaina esa de “cállate si no tienes nada bueno que decir” es el acto más grande de dictadura y totalitarismo que hay.

Señores venezolanos que no han emigrado, respeten a los que estamos afuera, respeten el derecho que tenemos a opinar, respeten nuestros puntos de vista y aprendan que la libertad de expresión es un derecho humano universal. ¡Gracias!

Publicado por: Lucía Santana

Este artículo de opinión fue enviado a [email protected] por Lucía Santana, inmigrante venezolana residenciada en Madrid