Testimonio: Aunque les duela, soy italiana y venezolana con todos los derechos

Testimonio: Soy italiana y venezolana aunque les duela y se mueran de la envidia

Ante todo, quiero agradecer a la página YoEmigro.com por la oportunidad de compartir mi experiencia con sus lectores. Mi nombre es Sofía Velásquez Rossi y tengo once meses viviendo en Madrid. Nací en San Felipe (Yaracuy) hace más de 30 años y soy venezolana e italiana.

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Quise escribir este artículo porque desde que vivo en España muchos amigos y conocidos me han dicho que soy “venezolana con pasaporte italiano” y no lo dicen de forma peyorativa (como llamándome “sudaca con suerte”) o algo por el estilo. Nada que ver. La gran mayoría lo dice muy respetuosamente y convencidos de que es lo correcto.

Según la lógica de estas personas, yo debería estar “clara en la vida” y asumir que mi “pasaporte italiano” no es más que un privilegio migratorio que me regaló mi mamá un día cualquiera que le provocó… Ah, ¡y no debería verle nada malo a semejante planteamiento!

Hace poco, un amigo de Facebook (de Barquisimeto, para más señas) comentó que los venezolanos con pasaporte europeo eramos solo eso, “venezolanos con pasaporte europeo”, y que se veían hasta ridículos “dándoselas de españoles, italianos o portugueses, después que tienen toda la vida comiendo arepas, tomando malta, bailando gaitas y esperando que el 5 de Julio caiga viernes o lunes pa’ agarrarse un puente”.

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Aparentemente, y de acuerdo a la opinión de este señor, mi pasaporte no es más que una especie de llave que me ha abierto las puertas de los privilegios en Europa y, además, debo esforzarme por demostrar siempre, en todo momento y lugar, que los únicos rasgos de comportamiento que me distinguen tienen raíces venezolanas debido a mi lugar de nacimiento.

A quienes piensan de esa manera me gustaría aclararles lo siguiente: Un pasaporte de un país de la comunidad europea es un documento que acredita legalmente nuestra NACIONALIDAD y no hablo de tecnicismos, ni actas, ni derechos heredados o conceptos teóricos soportados sobre el papel y las cifras de los institutos de estadística o los censos de población.

La nacionalidad es algo que se vive, se siente y se lleva en el corazón; por eso cuando comencé este artículo dije que soy venezolana e italiana. No es que “me siento” italiana, es que lo soy y no porque lo diga un pasaporte o una “Carta d’Identità”; sino porque en mi casa, desde que tengo uso de razón, nos educaron con los valores, referentes culturales y tradiciones de mis dos padres y así como un día podíamos almorzar pabellón criollo o asado negro; al día siguiente podíamos comer spaghetti allo scoglio o vincisgrassi.

En la intimidad de nuestro hogar siempre se hablaron los dos idiomas y se veían con la misma emoción los juegos de la selección venezolana de básquet que los partidos de futbol de La Azzurra. Para Navidad, mi abuela venezolana preparaba las mejores hallacas del mundo y mi abuela italiana los mustaccioli y susamielles más buenos que había. En los cumpleaños lo mismo se tomaba ron Santa Teresa, que Chianti o Lambrusco y las mujeres de mi familia todavía no sabemos si nos gusta más Guillermo Dávila, Gianluca Grignani o Franco De Vita, que tiene lo mejor de ambos países.

Por eso me parece muy delicado asumir posiciones en torno a la vida de los demás. Si todavía no les parece que la mochila de tu historia personal y lo que te enseñaron en casa es lo que determina de qué región del mundo surgen realmente tus raíces, les pondré el ejemplo de Miguel Bose, uno de los más españoles cantantes españoles de los tiempos que corren. Dicen que ahora mismo vive en Panamá porque nació en Panamá, pero seguirá siendo español toda su vida.

Sofía Velásquez Rossi

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