"Inmigración y parálisis paradigmática", por Tomás Castellano

«Inmigración y parálisis paradigmática», por Tomás Castellano (@ViejoCaste)

Inmigración y parálisis paradigmática por Tomás Castellano

El Ser Humano necesita una serie de señales y símbolos para el constructo de su forma de vida. Desde niños, nuestros criadores, nos enseñan límites, procedimientos y formas de actuar que nos sirven para transitar el camino de la socialización, es decir de la vida en sociedad. Nos dicen cómo debemos hablar, comportarnos y hasta cómo pararnos según sea nuestro género, es decir, un hombre no puede caminar o parase igual que una mujer, por ejemplo, con la mano en la cintura. Es realmente una necesidad humana tener reglas o parámetros para la vida.

De esa forma de entender la vida humana vamos desarrollando modelos de referencia que se aplican como una fórmula en cada caso, a los cuales podemos denominar en sentido amplio, Paradigmas. En general los paradigmas funcionan bastante bien si se dan todas las condiciones que lo conforman y operacionalizan, sin embargo, cuando cambian las condiciones o alguna de ellas, generalmente sin saberlo o estar conscientes de esos cambios, los paradigmas pueden dejar de funcionar e inclusive dejan de ser verdades inamovibles, como todas las verdades.

Por ejemplo, los venezolanos tenemos un paradigma sobre el éxito personal que ha cambiado y poco nos damos cuenta de ello; se trata de los estudios y los empleos o carreras laborales. Hasta hace unos 15 años, si una persona se esforzaba por ser eficiente, estudioso, puntual, asertivo y colaborador en su empleo o trabajo, seguro que la meritocracia (el paradigma) lo llevaría a obtener más y mejores recursos y una mejor calidad de vida, en lo económico, social y familiar. Sin embargo, en Venezuela se ha roto ese paradigma. Por cierto, que también podemos llegar a ese paradigma si lo medimos por los resultados, es decir, que si tenemos una buena calidad de vida es porque hemos sido eficientes.

Otro elemento paradigmático del venezolano es que somos lo que hacemos; que nuestras profesiones, oficios y ocupaciones, forman parte de nuestra personalidad y estamos atados a nuestros oficios. Si usted tiene un título y trabaja como médico, usted ES médico, por lo tanto si va a una fiesta, todos le consultan alguna dolencia o síntoma; si usted trabaja como albañil, será visto como tal todo el tiempo, porque usted ES albañil. Ese paradigma deja de funcionar cuando usted sale de Venezuela (generalmente) pues en otras sociedades, su ocupación no forma parte de su personalidad, su oficio o profesión no lo definen, por lo tanto, al no funcionar el paradigma, nos vemos afectados por ello.

La parálisis paradigmática es una consecuencia directa e inmediata del cese del funcionamiento de uno o varios paradigmas, cuando no nos hemos dado cuenta de los cambios circunstanciales, del entorno o de la introducción de nuevas variables que modifican o destruyen el paradigma aplicado, de tal manera que seguimos insistiendo en la fórmula que el paradigma nos orienta y obtenemos resultados inesperados e inadecuados. Entonces, como solo sabemos usar la fórmula del paradigma, nos paralizamos y no sabemos resolver o reinventar para superar la situación. Veamos un ejemplo ilustrativo: si tomamos el libro recetario de Scannone y pretendemos hacer una torta de chocolate, en Venezuela, una vez seguidos los pasos y usado los ingredientes, obtenemos una perfecta y deliciosa torta; pero si eso mismo hacemos en Panamá, con el mismo recetario y los mismos ingredientes y procedimientos, obtendremos un “mazacote” de chocolate.

Entonces volvemos sobre la receta, revisamos los ingredientes, medimos las porciones, repetimos el procedimiento, chequeamos la temperatura del horno, medimos el tiempo de cocción… y volvemos a obtener un mazacote de chocolate, lo repetimos por diez veces y no logramos el resultado esperado; entonces nos damos por vencidos, no ponemos a llorar de la rabia, o salimos de la parálisis, vamos a “Tortas Mummy” y compramos una torta de chocolate. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no nos sale bien la torta si hemos hecho todo lo que dice la receta y que antes hemos probado infinidades de veces en Venezuela? La respuesta es sencilla: La Humedad en Panamá es muy diferente a la de Venezuela y debes buscar una receta panameña.

A los venezolanos que emigran se les puede presentar una serie de inconvenientes que lo pueden llevar a la parálisis paradigmática, inclusive a un foso emocional que no le permita hacer lo que debe hacer para adaptarse al nuevo entorno y alcanzar el éxito.

Un ejemplo de ello puede estar en la dificultad de emplearse. Los nombres con los cuales designan los puestos de trabajo pueden variar de un país a otro, por ejemplo, un ejecutivo en Venezuela puede darnos la idea de un gerente, mientras que en Chile pueden estar hablando de un vendedor; un “KAM” (Key Account manager, en inglés) o gerente de cuentas claves puede significar una actividad muy diferente en Europa a lo que es en América, por la poca influencia estadounidense en la gerencia europea.

Otro cambio que nos puede paralizar, es el reconocimiento social al que se tiene un acceso limitado cuando se es inmigrante, independientemente de la meritocracia a la cual se puede acceder más fácilmente. ¿Recuerdas que en Venezuela, El chino Del Abasto, siempre ha sido eso, nunca se le ha dado un espacio o reconocimiento social, por más dinero que obtenga o por muy grande que sea su negocio?; conocemos a muy pocos inmigrantes asiáticos por su nombre y tal vez nunca hemos preguntado si es chino, coreano, filipino o de dónde procede; para nosotros sigue siendo “El Chino” y nunca lo hemos invitado a una fiesta de cumpleaños en los 20 años que tiene siendo nuestro vecino proveedor de bienes y servicios.

Eso mismo puede pasar con los venezolanos inmigrantes, si no somos proactivos en la construcción de un espacio en la sociedad, con acciones adecuadas a cada sociedad y no usando los paradigmas que funcionan en Venezuela, nos toca investigar, preguntar, conocer bien a la sociedad que nos acoge, su cultura, su forma de relacionamiento y sus valores sociales, para adecuarnos a ellos e incorporarnos eficientemente a esa sociedad y no caer en la parálisis paradigmática que nos mantendrá en la anomía total.

En conclusión, nos toca a nosotros cambiar, adaptarnos, reeducarnos, porque no podemos esperar, ni aspirar, que los nacionales del país que nos acoge nos entiendan y se adapten a nosotros como venezolanos, no es inteligente mantenernos sin aprender el idioma nuevo, el acento y los modismos, los valores y las formas de relacionarse que funcionan en ese país y que seguramente nada tienen que ver con la venezolana.

Recuerda y si lo piensas, sácalo de tu cabeza: Venezuela NO ES el mejor país del mundo, ni tiene los paisajes más bellos del mundo, ni tiene las mejores personas del mundo. No, Venezuela es un país bello, con demasiadas dificultades actuales para vivir y con personas normales, como es en todo el mundo. Paisajes bellos hay en todas partes, gente buena y mala, hay en todos los países y comidas deliciosas hay en todas partes, es cuestión de aprender a disfrutar las cosas buenas del país donde hemos emigrado y saber relacionarnos con los nacionales de ese país. Hacer guetos de venezolanos no es la mejor opción, como tampoco es, dejar a nuestros coterráneos por fuera de nuestras relaciones; se trata de lograr un equilibrio dinámico y entender los nuevos paradigmas que se le presentan a cada inmigrante.

El éxito se alcanza en el vivir de cada día, las metas deben subdividirse hasta que sean tan sencillas como “Hoy Logré…”. ¡Adelante inmigrante!

Por Tomás Castellano / @ViejoCaste en Instagram y Twitter

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